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Artículo de opinión
03/03/2013
El campo después de la batalla
Deia
El mal llamado debate sobre el “estado de la nación” es una sesión anual del Congreso que pretende reflejar la situación política, social y económica. Se trata de un debate abierto en el sentido que la materia objeto de debate no está limitada, con lo que cada orador puede poner el énfasis en aquello que considera importante. En una sesión de tan amplio espectro poco o ningún acuerdo inmediato puede esperarse, pero sirve, sin duda, para tomar el pulso al posicionamiento de cada cual.
El señor del castillo, entiéndase del gobierno, llegaba a la pelea verdaderamente debilitado, corroído como está su partido por un continuado escándalo de corrupción. El bagaje que podía exhibir como labor de su gabinete no era mucho más boyante: una política centrada en recortes sociales y fundamentada en una mayoría absoluta demasiado pagada de sí misma para negociar mínimamente con los demás grupos. Ni el menor atisbo de políticas de crecimiento o esperanza a la vista de superación de la crisis.
Y sin embargo, todos los analistas concluyen en que salió victorioso del campo de batalla. En efecto, se encontró con que las huestes de su principal adversario estaban aún más corroídas que las suyas. El PSOE está absolutamente dividido. Las heridas generadas en la pugna interna entre Rubalcaba y Chacón por la Secretaría General de la formación siguen supurando mucho. Y por otra parte, la posición del PSC fue la gota que colmó el vaso de la debilidad socialista, obligado por una hábil jugada de CIU a votar de manera contraria al PSOE al presentar una Propuesta de Resolución que coincidía a pies juntillas con lo defendido por el PSC sobre la declaración de soberanía del Parlament. El PSOE, todavía aturdido por la progresiva independencia del PSC, no sabe cómo taponar la fuga de agua, aunque lo intente proponiendo ahora un estado federal. La división del voto socialista traerá sanciones por parte de la dirección y un mayor enconamiento.
No creo que veamos al PSE haciendo lo mismo. Hoy por hoy, sus cuadros no van a osar desafiar a Madrid. Primero, porque están de acuerdo con su estrategia, y segundo, porque su aspiración es engrosar las filas de la dirección del PSOE.
En estas circunstancias Rubalcaba no fue capaz de hacer presa en Rajoy. Aún menos con el lastre que conlleva haber sido parte de los gobiernos de Rodríguez Zapatero y las políticas que desarrolló. Es suficiente mencionarlo para que el PP gane la partida.
En la tarde de la batalla, esto es, en el debate y votación de las propuestas de resolución, los socialistas intentaron que todos los grupos se unieran alrededor de sus propuestas a fin de que se reflejara la soledad del Gobierno.
Al PSOE le gustaría ser la gallina clueca a la que a su llamada acudieran todos lo pequeños pollitos de la oposición para manejarlos a sus anchas y dar la sensación de que es quien lleva la voz cantante en el hemiciclo. Pero desgraciadamente para él, los pollitos, sean CIU, IU o el PNV, tienen su propio guión e intereses, de manera que prefieren medir sus tiempos y jugar sus propias bazas.
CIU acudió con dudas. Las suscitadas por la pérdida de escaños en las últimas elecciones y la aún mayor que le auguran las encuestas hoy a favor de ERC. También por las diferencias ideológicas existentes en la coalición.
Mi pronóstico es que el PP va a intentar hacerles próximamente una propuesta económica en el marco de una reforma general de la financiación autonómica que ofrezca una situación financiera sustancialmente diferente y, en consecuencia, una salida airosa a la Generalitat. Las dudas comenzarán a surgir entonces porque, no lo olvidemos, el origen de la marcha en pos de la soberanía comenzó en Cataluña por un problema de estricta falta de financiación. Aún vamos a ver muchas cosas
El planteamiento del grupo vasco exigió que Rajoy aclare los casos de corrupción que apuntan a su partido, criticó el planteamiento económico realizado este año y quiso poner a prueba la voluntad negociadora del PP en base a cuestiones concretas. A muchas de ellas hizo guiños. De hecho, la única propuesta de resolución aprobada aparte de las del PP fue una del PNV sobre el hecho foral, y ya se está negociando sobre la problemática del cupo entre otros asuntos. Sin embargo, quedan muchas dudas sobre la voluntad real de llegar a acuerdos y respetar las competencias.
Curiosamente, ha habido un punto en común en todas las intervenciones de los portavoces parlamentarios, sin importar su signo: la necesidad de modificar la Constitución. Sí, la sacrosanta constitución, esa que es imposible cambiar a no ser que le convenga al PPPSOE. Evidentemente, cada protagonista lo planteaba a su modo y gusto, pero no me negarán que es una auténtica novedad.
Así el PSOE, acuciado por su debilidad y la presión catalana, lo introdujo como cuestión esencial enmarcándolo en su propuesta federal. Son palabras de Rubalcaba: la realidad, nos guste o no, es que hoy hay muchos ciudadanos de Cataluña que creen que la Constitución no ampara las fórmulas que ellos decidieron cuando votaron el estatuto. Ese es el problema y, nos guste o no, ese problema exige necesariamente abrir la Constitución.
Durán, en su intervención, ante las manifestaciones de Rajoy que exigió que las instituciones catalanas se ciñeran a la ley, reivindicó una adaptación de la misma: Respetemos la ley—¡claro que sí, señor presidente!—, pero reformemos cuantas leyes sean necesarias, incluso la Constitución….No sacralicemos la Constitución.
La Izquierda Plural en tono reivindicativo, mitinero en ocasiones, también entró al trapo en boca de Coscubiela: Este país necesita que ustedes se vayan para abrir un proceso constituyente con el objetivo de regeneración democrática.
Rosa Díez por su parte hizo un alegato favorable en toda regla aunque evidentemente en sentido opuesto a lo escuchado hasta ese momento: Les proponemos abordar la reforma de la Constitución, pero no para dar encaje a las reivindicaciones de los nacionalistas, como ha dicho el portavoz socialista en su intervención. Esto último, ya nos lo imaginábamos.
Y el PNV también se lo dejó claro: De la catarsis resultante debe surgir un modelo que afronte con realismo una nueva relación con Euskadi y con Cataluña. La Constitución española, señor presidente, no se hizo con el acuerdo de todos aunque lo afirmara así en su discurso; desde luego no con el nuestro.
Pero es que, y aquí viene lo más sorprendente, también Rajoy habló de ello. Es cierto que lanzó la particular soflama en defensa de la constitución y sus ”múltiples bondades”, pero no lo es menos que afirmó: Quiero decirles algo más, la Constitución española está abierta a su reforma, y de hecho ya se ha reformado en dos ocasiones……….De la misma manera que les digo eso, les digo que antes de plantear cualquier reforma —y existen en esta materia opiniones para todos los gustos, incluso dentro de esta misma Cámara— hay que tener muy claro qué se pretende reformar, si el momento es el más oportuno para hacerlo y si existe o no suficiente grado de consenso social y político para ello.
La impresión tras la batalla fue que la crisis económica y los excesos en algunas instituciones han creado una sensación de debilidad institucional y que en consecuencia el esquema constitucional actual es cuestionable. Sería arriesgado decir cuándo y cómo se producirá ese gran debate, pero no hay duda de que se otea en el horizonte. Y espero que ese día, en la próxima batalla democrática, las fuerzas de los grandes estén debilitadas y nuestras huestes unidas y confiadas.
Nuestros Autores
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Aitor Esteban